martes, 16 de agosto de 2011

Algún que otro día después

Algún que otro día después.

Una delicada sinfonía inundaba aquella curiosa habitación. Unos heridos y expertos dedos, hacían danzar las cuerdas de una guitarra, más que usada. La única ventana de la estancia, que no se encontraba cerrada del todo, golpeaba con fuerza el marco de esta.

Gabriel, inundando en su propio mundo de fantasía, pensaba en todo aquello que añoraba: la fuerte y estrepitosa lluvia de primavera, el gélido aliento del invierno, las primeras hojas cayendo en otoño, su escarlata y rizada melena brillando con el sol de verano...

¡NO! ¡No debía de pensar en ella!

Había recibido su último mensaje. ¿Cómo debía de interpretar esas palabras? ¿Cómo una muestra de su sincera amistad, o cómo la cruel herida que el había infligido a su débil y frágil corazón? Un mar de dudas le atormentaba.

"Tranquilo. Al menos lo hemos solucionado, ¿verdad?"

A ese mensaje, le habían seguido llamadas sin contestar, noches en vela, arrugas de preocupación....

¿Qué le estaba pasando a su cabeza?

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